Pablo Lavallén parece haber llegado al lugar indicado. Ya en el colectivo que traslada al plantel desde el aeropuerto de Cochabamba al Hotel, puede verse el Cristo de la Concordia enclavado en una de las lomas del cerro San Pedro de la capital cochabambina. Se trata de una monumental estatua de Jesucristo de casi 40 metros de altura y que puede presumir de ser más grande que el Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Al bajar del vehículo, una cholita ofrece, en su pequeño puesto ambulante, estampillas de la Virgen de Urkupiña, uno de los símbolos católicos de la ciudad. El tour no termina allí. El hotel Cochabamba está pegado a la Iglesia de la Recoleta, también llamado “El Templo de La Recoleta”, siendo esta una zona residencial.
Nada es casualidad: el hotel nació como un convento religioso: “El convento de la Santa Recolección de la Santísima Purísima Concepción”, para ser más específicos. “Era de los hermanos franciscanos recoletos que se asentaron en América tres siglos atrás”, cuenta una de las recepcionistas del hotel. En los años ’40 devino en el gran emprendimiento que es ahora. La iglesia, sin embargo, se mantiene.
¿Será otro acto de justicia toda esta serie de señales que recibe el entrenador? “!Dios es justo!”, gritó el técnico luego de la heroica clasificación a la fase 3 de la Copa Libertadores en Quito. Para muchos, el episodio significó la revelación de que Lavallén e s un gran creyente. De hecho, lo es. En Tucumán participó de misas de la iglesia Evangelista junto a otros jugadores como Josué Ayala y en su cuenta de Twitter es normal encontrar salmos tras una victoria, derrota, o un antes de un partido importante como el de hoy. Él admite su condición, aunque tampoco se encasilla.
“No pertenezco a una religión determinada, simplemente condigo con lo que Dios dice. Es más, no me creo religioso. Solo practico lo que está escrito en la Biblia”, confiesa en el lobby de ese hotel que supo ser convento. Tanto practica lo que está en la Biblia Lavallén, que hay un ejemplar de ella en la valija que trajo hasta Bolivia. “Uno no puede saber cual es la voluntad de Dios si no conoce su palabra. Es como ser hincha de un club y no saber cuales son los colores de su camiseta”, advierte con su propia metáfora. Esa noche, cuando dijo que Dios era justo se entremezclaron el fútbol y la religión. ¿Acaso Dios no hubiese sido justo si Atlético no pasaba la llave contra El Nacional? El entrenador no tiene dilemas morales con ese tema y los acepta como un matrimonio ya establecido.
“Creo que nada va separado. Yo lo llevo en todos los parámetros de mi vida: en mi trabajo, en mi casa y en la sociedad. Las cosas se dan porque se tienen que dar (como la clasificación de Atlético) y eso tiene mucho que ver con las personas que creen en Dios. A veces no se dan y son pruebas que no nos gustan pero siempre son para aprender”, confiesa.
Esta pequeña mala racha de cinco partidos sin ganar sin dudas son una de esas pruebas que intenta aprobar llevando a cabo su fe en todos los ámbitos, como el mismo menciona, incluso dentro del plantel.
“Hemos hablado con los jugadores, siempre sale el tema a partir de alguno y hablamos. Yo trato de responderles coherentemente con mi forma de manejarme. No hay mejor testimonio que hacer lo que uno dice”, explica.
Queda claro entonces que pase lo que pase esta tarde o en los restantes partidos que juegue Atlético, Dios seguirá siendo justo para Lavallén.